Sobre el sueño y otros demonios
Hay quienes dicen que el infierno no se vive cuando llega la muerte, sino que se experimenta mientras estamos vivos. ¿Cuántas horas sin dormir necesitamos para experimentar los demonios más tenebrosos? ¿Cuántas noches en vela para sentir que la vida no tiene sentido?
Las alteraciones del sueño son catalogadas como un problema que afecta a más del 40% de la población global y son uno de los principales indicadores de enfermedades mentales, pero así parezca salido de la película Don’t Look Up, a este problema que tiene el potencial de ser letal, no le prestamos atención.
¿Por qué llegué a investigar sobre el sueño y a desarrollar un modelo de transformación del sueño basado en la consciencia? Porque, así como una planta no puede crecer sin agua, una persona no puede estar presente cuando no duerme bien. Así de simple.
Los últimos años de mi vida los he dedicado a explorar el significado de estar presente y a investigar cómo ayudar a los seres humanos a recordar lo que esto significa. En este camino, me he encontrado con barreras mentales, emocionales, comportamentales, culturales, sociales, ambientales y biológicas. Estas últimas son tan inconscientes en el ser humano que las pasamos por alto hasta cuando se convierten en enfermedades que debemos atender.
La carencia de sueño es una de esas barreras biológicas que afectan, entre otras muchas, el desarrollo de habilidades como la concentración o la creatividad, actitudes como la generosidad y la empatía, comportamientos incluyentes y bondadosos, la capacidad de generar pensamientos positivos y la acción de estar presentes.
La historia de la humanidad es una historia determinada por el ritmo del sueño y es gracias a éste, que nuestro cerebro ha podido evolucionar como lo ha hecho. Los procesos químicos, celulares y neuronales que se surten en nuestros ciclos de sueño son tan importantes como respirar y son tan necesarios como tomar agua. Pero el sueño es el único comportamiento biológico que afectamos sin ninguna ganancia aparente. Cuando fumamos, sabemos que afectamos nuestros pulmones, pero hay una ganancia aparente: la adicción a la nicotina. Lo mismo ocurre con las drogas o el ejercicio compulsivo.
Por supuesto, muchos de nosotros no dejamos de dormir porque queramos, sino porque “no podemos dormir”. ¿Pero es esto realmente cierto? La respuesta es NO. No es cierto que no podamos dormir. (Existen excepciones asociadas a problemas de salud física y mental). La realidad es que podemos dormir mucho mejor de lo que lo hacemos hoy en día y una clara señal de ello es que creemos que los fines de semana compensamos el sueño que perdemos entre semana, lo cual es un mito.
¿Entonces, por qué no dormimos? Primero, porque no somos conscientes de lo que pasa dentro de nosotros cuando dormimos y el impacto que tiene un sueño reparador tanto en nosotros como en nuestro entorno. Segundo, porque nos dejamos llevar por el piloto automático y nuestro estado “artificial” de supervivencia en el que protegemos una idea de quienes somos, pero no la realidad de quienes queremos ser y lo que queremos preservar. Tercero, porque no sabemos cómo reprogramar nuestros comportamientos en una realidad que nos premia al encajar en el mismo molde.
Está demostrado que un sueño reparador ayuda a que las personas tengan mayor consciencia de sí mismas, de los demás y de su entorno. Estudios señalan que dormir bien contribuye a disminuir los accidentes de tránsito, reducir el consumo de drogas, disminuir la violencia intrafamiliar, aliviar los problemas mentales y de alimentación, entre muchos otros…
¿Qué pasaría con nuestra humanidad si el 40% que está durmiendo mal, durmiera mejor? ¿Qué pasaría si los líderes durmieran mejor? ¿Si los padres y madres durmiéramos mejor? ¿Si nuestros niños y jóvenes durmiéramos mejor?
Tal vez otros demonios, como la guerra, el hambre, la exclusión, las adicciones y la soledad, serían menores.
Tal vez…viviríamos un pedazo del cielo en la tierra.
Por: Carolina Gamboa de Ghiretti